El conflicto Euroliga-FIBA: cómo afecta al futuro del baloncesto europeo

El baloncesto europeo vive un momento clave en su historia. A más de dos décadas del nacimiento de la Euroliga como respuesta a la insatisfacción de varios clubes con la gestión de la FIBA, una nueva sacudida amenaza con reconfigurar el mapa del deporte continental. Esta vez, la potencial entrada de la NBA en Europa —en colaboración con la FIBA— podría suponer el punto de inflexión definitivo en una batalla jurídica y comercial que lleva años gestándose.

Desde el año 2000, la Euroliga ha operado como una competición privada, gestionada por Euroleague Commercial Assets (ECA), bajo un modelo empresarial cerrado similar al de la fallida Superliga europea de fútbol. Aunque ha aportado estabilidad competitiva para algunos clubes, su viabilidad financiera ha sido cuestionada repetidamente. Muchos equipos sobreviven gracias a fondos públicos o al respaldo de entidades futbolísticas poderosas. Frente a este modelo, la FIBA apostó en 2016 por una alternativa: la Basketball Champions League (BCL), orientada hacia principios de meritocracia y sostenibilidad económica.

La NBA entra en escena

El conflicto entre ambos organismos parecía estar en una tensa calma hasta que la NBA mostró abiertamente su interés por establecer una liga europea propia a partir de la temporada 2026-27. Esta iniciativa cuenta con el respaldo de la FIBA y plantea la creación de una liga con 16 equipos, de los cuales 12 tendrían plazas permanentes. A nivel jurídico, se abren múltiples interrogantes: ¿cómo se articulará esta nueva estructura en el marco regulador europeo?, ¿habrá coexistencia o colisión normativa entre las tres ligas?, ¿y qué ocurrirá con los contratos de participación vigentes en Euroliga?

A todo esto se suman fuertes intereses financieros provenientes del Golfo Pérsico. Países como Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Qatar han presentado propuestas multimillonarias para financiar o alojar la nueva liga. Incluso se menciona a Qatar Sports Investments —dueños del PSG— como posibles creadores de una franquicia en París. La inclusión de actores no europeos y fondos soberanos en este contexto añade una dimensión geopolítica que pone a prueba las estructuras tradicionales de gobernanza deportiva europea. Las implicaciones legales de esta internacionalización también merecen atención: propiedad de clubes, control normativo, derechos de imagen y fiscalidad multinacional son solo algunos de los temas en juego.

Intereses económicos

Los clubes de Euroliga, aunque inicialmente escépticos, no son ajenos a la tentación de migrar hacia un modelo que prometa mayores ingresos, un reparto económico más equitativo y normas como el límite salarial y el revenue sharing —inexistentes hasta ahora en el baloncesto europeo—. Aquí emerge otro ángulo legal clave: la posible ruptura unilateral de compromisos contractuales, la aplicación del derecho de la competencia en la UE y el papel que pueden jugar los tribunales deportivos internacionales si esta guerra de jurisdicciones se intensifica.

Finalmente, más allá de los intereses económicos y las estructuras organizativas, este conflicto plantea una reflexión profunda sobre la dirección del deporte europeo. ¿Debe primar un modelo abierto y meritocrático como defiende la FIBA, o es inevitable la consolidación de ligas cerradas impulsadas por el capital y la globalización como propone la Euroliga —y ahora la NBA—? Las respuestas no serán solo deportivas: serán legales, políticas y sociales.

El desenlace está por escribirse, pero una cosa es clara: el baloncesto europeo ya no volverá a ser el mismo.

Deja una respuesta